miércoles, 24 de agosto de 2011

Lo cósmico





Cúpula de San Carlos de las cuatro fuentes, Francesco Borromini
1638-1641




Amar lo efímero e intenso es algo de lo que el romanticismo siempre ha bebido y la verdad, yo de un tiempo a esta parte, es de las pocas cosas en las que creo firmemente. 
Ser un idealista sienta muy bien cuando tienes dieciocho y crees que tras las puertas de la carrera creativa de turno, existe un mundo plagado de emociones y tentadores regalos de la vida. El problema viene cuando eso ya no te vale, cuando te vuelves selectivo y todo empieza parecerte más frívolo y vacío. Ese proceso es lento, tan lento y sutil que de repente un día paseas por la galería berlinesa de turno y te sientes como de compras en IKEA en vez de estar mojando tu ropa interior de placer contemplativo.  Ahí sientes morir esa hipersensibilidad que algún día te hizo fascinarte leyendo a Nietzsche o ruborizarte con la caricia de alguien, sientes que pese a lo hermoso de todo ello, lo que lo contiene es tan terrible que su huella ya no perdura. Hay pocas cosas que sean cósmicas hoy en día, pocas que nos remuevan las entrañas y nos hagan vomitar de emoción. Por eso cuando encontréis las vuestras, por fugaces que sean recordadlas bien y aferraos a ellas con toda vuestra fuerza por que seguramente, por muchas drogas que hayas probado y libros que aún te queden por leer, nada te hará sentir más completo y feliz que algo, que sólo dura unos segundos.




MARK MORRISROE








sábado, 13 de agosto de 2011