Photo: Luka Yang
La identidad propia esta directamente vinculada a nuestros deseos y ambiciones. Seguramente primero vino la identidad y luego el deseo, aunque todos sabemos que lo segundo subyuga siempre a lo primero.
Todos queremos cosas que probablemente no podemos tener, o que de algún modo no son compatibles con la vida que llevamos. Esos deseos y necesidades creadas tienen una influencia tan grande en quienes somos, que son capaces de deformar nuestra identidad a una velocidad de lo más preocupante. Si lo pensamos bien, la sobreexposición informativa ha sido el mejor mecanismo para hacer que nuestras vidas sean de una flexibilidad sin precedentes, digamos que somos como un hueso de pollo sumergido en un vaso de coca-cola por varios días ( en la metáfora la coca-cola sería nuestra sociedad, oportuno verdad? )
El caso es que uno puede sentirse muy seguro de quien es y de como es su comportamiento en sociedad, pero esa seguridad ,al igual que lo es el deseo, es solo una construcción derivada de un contexto determinado. Es decir, un cambio de contexto implica también un cambio en nuestra identidad como individuos. Hoy para ejecutar esos cambios se utiliza una estrategia bastante eficaz y de lo más fácil, el deseo impuesto. Cada época se caracterizó por controlar al pueblo a través de diferentes métodos, véase la religión , la moralidad, la inestimable labor de la política y el poder...pero en nuestro caso , en este maravilloso paraje llamado occidente, no se han necesitado decapitaciones en plazas públicas o invasiones militares a gran escala, ha sido tan fácil como crearnos ilusiones a las que supuestamente podemos llegar. Esto no solo atañe a lo material, si así fuese todo sería la ostia de fácil. Por mucho seguridad que tengamos en nosotros mismo, siempre habrá algo o alguien que nos sugiera la posibilidad de ir más allá: tener más dinero, ser más atractivo, follar más y con más gente, tener la última aplicación para el iphone que llevamos injertado en el culo o simplemente ser un poco más felices. Cada uno ramifica sus deseos en diferentes direcciones pero, nos guste o no, el destino es el mismo para todos. Cuanto más tiempo invertimos en alcanzar nuestros anhelos, más flexibles nos volvemos y lo peor es cuanto más flexibles nos volvemos menos nos importa quienes somos.
Si alguna vez deseaste algo que no debías y aún así hiciste los cambios precisos en ti mismo para conseguirlo, sabrás de que hablo. Si además conseguiste no sentirte mal después de hacerlo y gozaste tu logro, entonces ya estas perdido.